sábado, 26 de enero de 2008

Gestión de las emociones


-¿Sabes? Me he dado cuenta de que todo viene porque no sé gestionar mis emociones.


-Mari, las emociones no se gestionan. Se gestiona el dinero... incluso el tiempo. Pero las emociones, los sentimientos... eso no se gestiona.



Ella me llama Mari desde que una noche de fiesta dejó de ser la 'repelente' de la primera fila de clase y yo dejé de ser la andaluza de la última fila. En una de nuestras conversaciones telefónicas, me explicó que no se gestionan las emociones, que es casi lo único que no se gestiona, por mucho que a mi correo del curro lleguen incesantemente cursos de inteligencia emocional y absurdeces similares.


Las cosas, en lo de las emociones, son diferentes. No puedes gestionar que una frase tonta de un jefe te toque las narices un día, porque puede ser la misma gracieta que tú mismo haces cada noche con los amigos. No puedes gestionar que un abrazo te haga comprender que tú también eres falsa y otro te haga querer estar cansada toda la vida. No se puede gestionar una mala cara, un buen despertar o un mensaje a destiempo.


Hay libros, blogs, cursos que te enseñan a manejar la inteligencia emocional, a aumentarla... Hay cursos de gestión del conocimiento, de gestión económica, de gestión de una página web, de gestión del patrimonio público. Se gestiona todo, menos cómo te va a sentar un café.


Y es así, por mucho que nos empeñemos en gestionar, hay cosas que solo pasan.

martes, 22 de enero de 2008

Semáforos para torpes


No sé si lo aprendí estudiando Periodismo o quemando los apuntes, pero aún recuerdo que hay muchas formas de enfocar una noticia y datos curiosos que te ofrecen el mejor de los titulares. En mi pueblo, la gente tiene una particular forma de pensar, de actuar y de entender. Somos raros, pero eso te ofrece titulares ingeniosos que no siempre somos capaces de colocar en la maqueta de un periódico.

Cuando me saqué el carné de conducir, en mi pueblo había ocho semáforos -aunque solo funcionaban los de dos cruces-. La gente está acostumbrada a cruzar por el lugar que le venga en gana, sin mirar mucho, y los conductores están obligados a frenar en seco.

Después de una eternidad en obras, el Ayuntamiento y la Junta han cambiado el aspecto de mi calle, me han dejado sin aparcamiento gratuito y me han colocado un puñao de contenedores soterrados en la puerta de casa. El titular obligado, el de casi todos los periódicos, recalcaba la inversión, las mejoras... y el nuevo aspecto de la calle.

Una calle que tiene un montón de semáforos que, por supuesto, empezaron a funcionar. Todo, después de que el Ayuntamiento invirtiera en cuñas publicitarias en varias emisoras. Sin embargo, los volvió a inaugurar -los semáforos-, hace una semana. Los inauguró medio mes después que la calle.

¿Cosas de la precampaña? ¿Problemas de agenda? ¿No tenía luz el Ayuntamiento accitano para ponerlos en marcha? Nada de eso. Lo bueno de ser corresponsal en tu pueblo consiste en enterarse de las cosas que no te cuenta un gabinete de comunicación como el que me da de comer. Mi titular sería el siguiente: "Tres atropellos en una mañana obligan al Ayuntamiento de Guadix a apagar los nuevos semáforos".

Así fue, por mucho que el alcalde apuntara que quería dejar pasar la Navidad antes de encenderlos. Lo sé porque vi uno de los accidentes. En mi pueblo somos así. El peatón no paraba en el semáforo porque nunca lo ha hecho; el coche no paraba en el semáforo porque no tenía que parar. A ver como nos va ahora.

lunes, 21 de enero de 2008

La simpatía de los estanqueros




Nunca se me han dado demasiado bien los números. Según las teorías de los entendidos, se debe a que tengo alguna de las partes del cerebro, la de los números, las cuentas y las estadísticas, poco desarrollada. La semana pasada, el responsable de Economía y Personal de mi actual empresa me hizo un encargo después de una paradita rápida en un estanco. Primero me preguntó si en la Facultad había estudiado estadística y después de una respuesta que no vienes a cuento, me preguntó: ¿Alguien sabe por qué los estanqueros tienen tanta 'malafollá'?

Llevo comprando tabaco casi a diario más tiempo del recomendable y apoyo con algunas experiencias que, efectivamente, se trata de un gremio que me despierta poca simpatía. La última experiencia personal me tocó las narices. Llegué al estanco en cuestión y dije, con el tono aprendido de una frase repetida con demasiada frecuencia: "Buenos días. Dos paquetes de Chester, por favor". La respuesta, que podría haber sido "aquí tiene, 5,50 por favor" fue en realidad: "¿Tú por qué siempre vas con hombres?".
Me quedé sin respuestas. Pude haberle soltado un 'vayase a la mierda', un 'a usted que le importa' o un convincente 'porque ninguno me convence, y voy cambiando', pero me quedé muda. En fin.
Ahora que pierdo el tiempo en la red, me he puesto a buscar una estadística que convenza a mi jefe de Economía. Sólo he encontrado algún testimonio que apoye mi causa, la que sustenta que son más
perjudiciales los estanqueros que el tabaco que venden, y otra que defiende por este gran gremio.

Siempre hay excepciones. El estanquero de mi pueblo, el que me vende mi Chesterfield, me pregunta por mí y por la familia, me dedica una sonrisa y me regala caramelos de menta y encendedores, según el importe de la cuenta final. Él salva mi estadística.

sábado, 19 de enero de 2008

A bebernos Lugo




La que está conmigo en la foto de arriba se ha ganado esto por ofercerme la mejor invitación del año. La Pavli, Cuajariño para algunos amigos, aterrizó en Granada y en mi vida metiendo follón, llegando tarde, dejando en casa olvidados desde el peine que no utilizaba nunca a algún que otro pijama y muchas dosis de desorden.

Con ella he vivido muchas de las mejores anécdotas de mi vida profesional, desde que nos llamen del Gobierno de Estados Unidos para echarnos la bronca a intentar defenderla de un loco que quería pegarle con una llave inglesa enorme.

Pero, sobre todo, hemos juntado las mejores frases y recordado los titulares de periódico más interesantes -ninguno fue nuestro, que le vamos a hacer-.

Con ella aprendí a decir en yugoslavo 'papá dame dinero', me regaló una mañana de nevazo un café con una de mis películas favoritas y mi padre dice que la ha puesto ya en el libro de familia, como una hermana más.

Un día se plantó en casa y me dijo: "He leído una entrevista en la que el tío decía cuando le preguntaban por su vida: 'yo, básicamente, voy a los bares' y me he acordado de ti".

Dice que como no me puede regalar el mundo, me regala Lugo, que no está nada mal. Iré este mes a por mi regalo, para que nos lo bebamos juntas. Es casi lo que mejor se nos da, ¿no?

Pues eso, que iré a verte. Es que, 'en la cima se está tan solo...' mil bsos cuajo

viernes, 18 de enero de 2008

Y me regaló el mundo


Hay veces que un regalo lo esclarece todo. A mí, los Reyes me han dejado encima de mi mesa 'El Mundo'. Podría interpretarse de otra manera pero no, no es que nadie me lo haya dado todo. Me regalaron el libro, el último Premio Planeta, el de Millás, y es que hay libros que se convierten en una compra sin riesgos. He empezado a leerlo con cierta desgana y mucho frío. Cosas que pasan. A pesar de la desidia con la que he abordado este regalo, me está gustando.
Conocí a Juan José Millás -como lectora, claro- de la mano de mi amigo Jose. Me traía relatos de Millás escritos en valenciano y dedicábamos algunas horas muertas de la facultad a traducirlos. Con el tiempo, me regaló uno de sus libros, el de 'La soledad era eso' -o esto, no recuerdo muy bien-, y me hice fiel a la contraportada del escritor en El País. Fiel, al menos cuando me da tiempo.
Cada vez que abro el libro y me paro a leer, recuerdo a mi Jose. Sé que en este momento, me recordaría lo de poner los pies en el suelo, dejar los sueños y las tonterías para cuando uno duerme y todos esos buenos consejos que me ofrece siempre y a los que nunca hago caso. Por eso no le llamo, porque sé perfectamente qué me va a decir. De él aprendí la frase: "te doy un buen consejo, que yo no lo uso".
Ya sabes, Jose, se te echa de menos.

jueves, 17 de enero de 2008

Orgullo de hermana mayor


Siento orgullo de hermana mayor -también de pequeña, pero hoy no viene al caso-. Mi guachuza, la enana de ya 18 años que me quitó el puesto de la pequeña de la casa, se ha convertido en toda una profesional. Desde el lunes, tiene abierta en Baza una exposición de veinte fotos -preciosas, por cierto-, que hizo durante la pasada carrera del Cascamorras en esta ciudad.
Mi guachuza quiere que la cuide para seguir siendo la peque de la casa pero hace de hermana mayor de su hermana mayor -vamos, de mí- un poquito cada día. Lo demuestra en días como ayer, cuando viene a ordenarme mi despacho sin puertas y a poner un poco de orden en mi vida -la personal y la física-, cuando me regaña por mis malos hábitos, cuando me exige que me comporte acorde a mis recién estrenados 27 años, cuando me dice "como eres torpecita, dame la mano" y otras lindeces similares.
Por eso, hoy le dedico mi tiempo perdido a ella. Con orgullo de hermana mayor.

miércoles, 16 de enero de 2008

Me equivoqué con mis Reyes


Hace algunos años tomé como costumbre hacerme un regalo para la mañana de Reyes. En mi casa, el madrugón del día 6 de enero se ha convertido en uno de los mejores momentos familiares de todo el año. Sé que no habrá ningún año que mi zapato esté vacío y que alguien se acordará de mí a la hora de atacar la lista de compras.
A pesar de eso, cada año me autorregalo algo por lo buena que he sido durante todo el año anterior. Lo triste es lo de este año. Los Reyes de 2007 me salieron muy bien, pero este año no he sido capaz de acertar. Me compré un jersey que me estaba mal. Demasiado largo para mi estatura y demasiado estrecho para mis mollas colgantes. En fin. Lo he descambiado. Si no acierto conmigo, ¿qué puedo esperar?