jueves, 26 de junio de 2008

Licencia para rectificar


Me compré una casa hace unos años. No era algo que tuviera previsto, no se trató de una compra pensada, madurada, pero me lié la manta en la cabeza, tragué como pude las complicaciones de las polizas, las hipotecas y los euribores y eché la firmita. Desde entonces, tengo un compromiso casi incaduco con un montón de paredes que me parecieron, en su momento, la mejor respuesta a mis necesidades.


Tengo una casa. Es una gran casa, en todos sus sentidos. Mi pequeña gran mansión tiene todo lo que cualquiera desearía: tres habitaciones, dos cuartos de baño, una cocina que me llena de vida, un enorme salón con vistas y hasta un jardín.


Mi casa podría ser la envidia de cualquier persona. Pero tiene sus peros, claro. Me compré mi casa, hipotequé mi vida y empecé con mi proyecto personal. Me empeñé en recorrer decenas de tiendas de decoración para convertirla en un hogar, escogí con cuidado el color de los platos y una docena de vasos a juego para atender a los amigos en un reguero de visitas que había imaginado.


Me afané para lograr que la casa me hiciera suyo, me acogiera en su seno de hormigón y tejas, me adoptara como a un hijo pródigo, o algo así. He comprado cortinas, he buscado lámparas, he enmarcado las fotos que me hacen feliz y he dedicado euros y tiempo en comprar velas, colocar macetas y acomodar el aloe vera que aún sobrevive a mis descuidos permanentes.


Pero ahora, unos años después, no me adapto a mi vivienda y, sobre todo, ella no se adapta a mí. No logro que la hierba del jardín permanezca verde, el aloe me mira con cara de pena y las paredes se empeñan en librarse de mis retratos con cara de niño bueno y feliz.


Creo que está celosa. Y todo, porque sabe que le he echado el ojo a un apartamentito del centro. No tiene la misma buena planta que mi super mansión pero me ofrece un algo, no sé. Es pequeña, más vieja, destartalada, con una gotera junto al minibalcón con vistas al centro y algo fría pero... No sé.


Y ahora, ¿qué hago con mi hipoteca milenaria? ¿Le busca otro inquilino para llenar su vida y la abandono por una apuesta menos vistosa? ¿Se pueden rectificar las decisiones a largo plazo?





La imagen es de Manuel Vela, un pintor de mi pueblo. Se llama 'En construcción' y ha sido la musa de este montón de letras. Lo aclaro, todo es ficción. No tengo casa, aunque si sumo el pisito alquilado, mi casa -la de mis padres- y la de Granada, me doy por satisfecha. Otra aclaración, solo hay dos cosas reales:


-Tengo una cocina maravillosa.

-Las casas son las que te aceptan. Ellas te compran, nunca pasa al revés.


Y añado una conclusión: todo el mundo tiene la posibilidad de cambiar de idea, licencia para rectificar, derecho a modificar su vida y su casa, por muchas hipotecas que existan.

jueves, 19 de junio de 2008

Y el tiempo pasa


El lunes hizo un año. Parece que fue ayer, pero han pasado doce meses de despacho sin puertas, cambios de vida, nueva ciudad, estreno de curro... y otras cosas.


El lunes hizo un año. Un día 16 de junio me presenté en este ayuntamiento para observar aún desde lejos la toma de posesión de los 'locos' que me quitan la paciencia y la razón, y que se han convertido en algo parecido a compañeros de trabajo, muy diferentes al resto de compañeros que he tenido.


En esta ciudad, fea pero con encanto (que me perdonen todos los bastetanos), he pasado ya un montón de días, un reguero de viajes de ida y vuelta, siempre con la maleta a cuestas. Me conozco los bares más decentes, he comido en los mejores restaurantes, he visitado casi todos los antros y hasta me han echado ya de algún garito.


Aquí, he aprendido que hay mucho modelos de jefe, y con esto no quiero decir que ninguno de ellos sea mejor que el resto. He aprendido a respirar un puñao de veces antes de mandar a la mierda a alguien, he entendido que hay cafés necesarios, obligatorios, agradecidos, de compromiso, de los que te salvan el día y, otros, que nunca debiste tomar.


En mi nueva 'ciudad', he combatido una plaga de hormigas, he sufrido un frío infernal -suena raro la combinación de palabras, ¿no?- y, con solo doce meses, ya tengo algún amigo, un par de apoyos, he vivido alguna despedida, he tenido visitas y me he trabajado algún enemigo.


He aprendido a diferenciar los anejos, a saber por dónde me la van a colar cada uno de los medios, el perfil bueno de cada concejal, donde están el U-3, el U-7, el U-9 y el U-13 (o eso creo) y algunas cosas que me hubiera gustado no tener que saber. Y hago balance, como toca en cada aniversario. Y no me arrepiento. Y no me alegro. Y no sé exactamente qué sentido tiene hacer este tipo de balances.


Han pasado doce meses. Puedo contar la gente a la que admiro y por la que siento cariño sincero e incondicional con una mano, y me sobran dedos para fumarme un cigarrito. Pero haberlos, haylos. He gritado, he odiado, he llorado -de alegría y de pena-, he tropezado, me he levantado y sigo aquí, en un despacho aún sin puertas pero al que le he tomado cariño.


Ahora, toca otro tirón de meses hasta el próximo balance, hasta el próximo cumpleaños. Me agobio cuando repito temas que ya hice el pasado año, me desespero cuando las cosas van tan lentas, me 'encabrono' cuando empiezan los mareos de Sevilla porque viene una visita de la Junta. Pero me salvan las cañas de las tres menos poco de la tarde acompañadas de una sonrisa, me amparo en las llamadas oportundas, sobrevivo. Lo peor, que son los comienzos, ya ha pasado.


Y estoy, que no es poco.

martes, 3 de junio de 2008

En pequeñito

"Bastante tengo con lo que no tengo". Se llama Ajo, así, sin más, y hoy le dedican la contraportada del El País.
Esta joven ha conseguido vivir de algo tan pequeño y tan grande como la 'micropoesía' y defiende que, en muchas ocasiones, no hace falta un verso largo para contar algo que todo el mundo siente. Me ha gustado la contra y, especialmente, su capacidad para convertir en un trabajo una retahíla de frases de esas que todos podemos contar, pensar o improvisar.
Pero no hay que quitarle mérito. Ha recogido sus 'micropoemas' en un libro que ha vendido más de 4.000 ejemplares, una cifra grande en los tiempos que corren. Os recomiendo que le echeis un vistazo.
Dice que 'te regalan miedo y te venden seguridad', escribe amor con hache, HAMOR, porque asegura que para torear en estas plazas hay que utilizar el humor y da conciertos.
La calidad de sus versos la dejo al juicio de cada uno de vosotros, que para gustos...
Destaco un par de ellos que me han hecho especial gracia:
"Siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre... y a pesar de todo, me parece poco"
"Todo el mundo va a lo suyo menos yo, que voy a lo mío"