lunes, 15 de diciembre de 2008

Una de guerras


Hace mucho tiempo que me 'apoderé' de la frase que pesqué por casualidad de la conversación de unos compañeros: "No te metas en guerras que no puedas ganar". Desde entonces, se ha convertido en una de mis filosofías de vida. Por lógica, por supervivencia, por coherencia... No sé.

Pero hay guerras y guerras. Lo cuenta también la sabiduría popular. Sí, esa que se sirve en pequeñas dosis escrita en los azucarillos junto al café matutino. No sé exactamente como es porque hace un tiempo que me pasé a la sacarina, pero es algo como "Nunca apuestes. Si sabes que vas a ganar, eres un tramposo; si sabes que vas a perder, eres tonto". Pues eso, lo que decía más arriba.

Hay guerras que se ganan poco a poco con logros minúsculos que casi nadie percibe. Nadie te felicita pero uno mismo sabe que la victoria se queda en casa. Existen las guerras de poder, las laborales, las de supervivencia, las sanas, las de amor y las vitales... y luego están las otras, las de verdad, las que dejan víctimas. Mejor ni hablar.

Uno afronta guerras que sabe que va a perder sólo porque no le queda más remedio. Otras, las he perdido por inconsciente, por confiar, por creer o por querer, que no siempre querer es poder. Ante otras, me he retirado justo a tiempo. A veces, porque sé que voy a ganar sin demasiado esfuerzo y dejar víctimas así no vale la pena. Y otras, porque nadie las gana, sólo hay 'bajas' o arrepentimiento, y no merecen la pena.

Y luego están las de bolazos de nieve un día inesperado en el que se te va la poca cordura que tienes como conductora y decides 'jugártela' un poco para jugar mucho. Me quedo con éstas. No sé quién gano, si mi guachuza o yo (creo que la derroté, pero en fin). Pero me encantó.

La foto la hizo mi hermana en uno de mis momentos de victoria para inaugurar diciembre, junto al Puerto de la Mora.