miércoles, 28 de mayo de 2008

¿Dudas?


Hace poco, en un intermedio del trabajo, el hasta hace un rato delegado de Educación y años antes mi profesor de Historia -me llevó a septiembre injustamente, que le vamos a hacer- me preguntó por el nombre de un compañero suyo que por entonces me ofreció algunas nociones de Filosofía. Me costó acordarme de que se llamaba Isaías pero esta mañana, de golpe, me he acordado de una de esas historias que escuchas sin demasiada atención.

El tal Isaías nos intentó explicar en una de las clases la importancia de la razón y de tomar las decisiones correctas, el raciocinio y esas cosas que, cuando tienes quince años no terminas de entender, ni falta que te importa.

"Lo que diferencia al hombre del animal -nos explicó, más o menos con estas palabras- es su capacidad de decidir. El hombre puede decidir entre un trabajo u otro, un pantalón u otro, un futuro u otro, siempre con una capacidad limitada. Pero puede elegir. Sin embargo, si a un burro le pones delante cinco sacos de comida, como no tiene capacidad para decidir qué saco le conviene más, se queda parado".

Toda esta charla que nos contaba el profe de filosofía era tan absurda como sobrante de madurez para unos adolescentes. "Si a un burro le pones cinco sacos de comida, se los come. Todos. Los cinco. Y para cuando no tiene más hambre. Le da igual". Algo así he pensado siempre.

El profesor, sin embargo, mantenía que la incapacidad de decidir de los animales hacía que el burro se muriera de hambre. "A veces, al hombre también le pasa", recuerdo que contó.

Y es que hay veces en las que la duda, la incapacidad de decidir, provoca que te dejes llevar. Es una cuestión de inseguridad, de indecisión, de conformismo o, quizás, de pensar demasiado. Entre un plato de patatas fritas o una ensalada, prefiero lo primero y me quedo con lo segundo. Cuando me siento en una mesa con mucha gente, pido un plato del menú y luego caigo en que me gustaba más el que pidió el compañero de mesa.

Hay veces en las que que la duda, el miedo, nos vuelve tontos. Nos incapacita para dar un puñetazo en la mesa, para robarle el taxi al de al lado, para agarrar a alguien del brazo e impedir que se vaya, para empujarlo y lograr que desaparezca.
Después de 24 horas de dudas varias me rindo. Como dice mi madre, lo que tenga que pasar, pasará. "Si es para tí, va a ser para ti hagas lo que hagas. Si no, es que no tenía que ser", me repitió anoche.

O no. Quizá no, quizá pueda cambiar las cosas, quizá valga la pena una conversación. O puede que sea mejor dejarlo así. o...
En fin, sigo creo que sigo con dudas. O puede que no. No sé. No lo tengo claro.

Al final, o me muero de hambre o me como los cinco sacos, en plan burra.

2 comentarios:

El Gato dijo...

Soy un firme enemigo de los libros de autoayuda y sobre todo hay uno al que le tengo especial ojeriza, el del queso. Será porque quien me habló de él se ha convertido en mi enemiga pública número 1. Creo que habiendo tanta buena literatura en la que se pone delante de tus ojos todos los problemas imaginables de la vida -y al mismo tiempo cómo los resuelven o nos los resuelven los personajes-, recurrir a un libro de autoayuda es el recurso fácil y rápido... La autoayuda está para quien no da para más y yo no quiero ser uno de esos. Pero tu post me ha hecho pensar en una coversación que tuve el otro día con una pareja de amigos (seguramente con alguna copa de más, todos), en la que me hablaron de un libro de autoayuda que es como un cuento. La cosa venía a colación de mi absoluta incapacidad para ponerme a hablar con una desconocida, con el típico, ¿vienes mucho por aquí? ¿de dónde eres? (creo que se hace así) bla, bla, bla... Bueno, al grano, que el librito éste del que me hablaron estaba hecho a modo de cuento (para más recochineo con el lector..., ahora es lo que mola si quieres influir en lo yupies atareados que no tienen tiempo para comerse un torro genial como "Crimen y Castigo") y hablaba de un rey que encomendaba una misión a dos caballeros: encontrar un trébol. En resumen, uno hace todo lo posible para poner las condiciones (tierra, humedad...) necesaria y el otro se va desanimando cada vez más. Al final uno lo consigue y otro no. ¿Previsible, verdad? Me querían decir mis amigos que se puede fracasar por no tener suerte pero que la suerte también se puede buscar, y tal, y tal... Filosofía de pantuflas. Si yo no digo que no, pero por lo que no paso es porque me digan que ese librito está llamado a ser el nuevo "Principito". ¡Por ahí no! Así que ya ves, en vez de aceptar un consejo para ligar prefiero encabezonarme en una discusión literaria que no lleva a ningún sitio. No hago nada por favorecer a la suerte y me alío en el ejército de tu madre. Si tiene que ser será, y si no, ni merece la pena. Además, la melancolía también te hace sentir vivo...

María Ruiz dijo...

Ya no quedan dudas. No tenía que ser, y no será. Como también dice mi madre, "recuerda el dicho chino, 'ten cuidado con lo que sueñas porque puede hacerse realidad'". Yo lo traduzco, hay veces que te dan a un guantazo que impide que te den una puñalada.
Gracias por el cuento. Sobre la conversación para saber ligar, tengo la solución: deja que sean ellas las que liguen contigo.