viernes, 16 de mayo de 2008

Cuestión de necesidad


Hay mañanas en las que suena el despertador y no puedes impedir callarlo a gritos, con movimientos perezosos, con súplicas de 'cinco minutos más'. Y sigues durmiendo, al menos con un ojo, porque el sueño es más fuerte que tu responsabilidad laboral. Como decía mi abuela, "si has dormido tanto, es que habría necesidad".
Respondemos a necesidades, a impulsos, a exigencias de los jefes, los padres, los amigos, el cuerpo o la mente. Pero no a todas. Respondemos a la necesidad de beber agua cuando lo marca el cuerpo, se nos antoja una naranja cuando nos falta vitamina C y pedimos con premura un plato de patatas fritas -a las tres salsas, por favor...- cuando carecemos de Potasio.

Preguntamos la hora por favor si creemos que llegamos tarde, pedimos la vez en el mercado para llenar el frigorífico, exigimos una caña cuando el sol pega fuerte en la terraza, negociamos una subida de sueldo argumentando nuestro buen hacer y casi suplicamos un adelanto en esos meses demasiado largos y con múchas cifras rojas. En general, somos capaces de pedir cualquier cosa que necesitemos.
Casi cualquier cosa.
Porque luego observas a gente que te coloca la mano en el hombro por miedo a darte un abrazo, concentraciones de personas dispuesta a besar a cualquiera en medio de una plaza pero incapaces de pedir un beso al que se sienta enfrente cada mañana. Hay miles de videos en los que la gente ofrece abrazos gratis que regala al primer viandante que pasa. Existen personas que imaginan un gesto de cariño, que lo dibujan en forma de relato colgado en cualquier espacio libre.

Y la necesidad es la misma, pero no se respeta. Por eso, tropezamos cada mañana con miradas que transmiten un 'quiero pero no puedo', con besos perdidos, con oportunidades desperdiciadas, con retrasos que te impiden estar en el momento oportuno. Dejamos de lado la necesidad de sentir a alguien físicamente cerca pero nos tomamos ese zumo de naranja y dejamos en una palmadita en la espalda una despedida que requería algo más.
En general, somo capaces de pedir dinero prestado y nos da reparo reclamar un abrazo, solicitamos días libres pero no reclamamos un beso decente y nos desesperamos si nos quitan un puente pero aceptamos sin reparo que alguien se marche sin darnos el achuchón obligado. Todo, porque muchas veces olvidamos eso de que los abrazos son gratis, los apretones no cuestan nada y las despedidas, aunque sean para un rato, merecen algo más que un simple 'te llamo'. El cariño, el contacto, nos hace felices.

Pero, a veces, nos olvidamos de que eso también es una necesidad.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial, Ruiz...

Sin saberlo, me has parafraseado...

María Ruiz dijo...

prometo haberlo hecho sin conocimiento alguno, Paco, pero es un honor. La próxima vez te cito, juas juas. Y gracias por lo de genial.
Por cierto, ¿te parafrasee en qué?

Anónimo dijo...

Ruiz! Pues cuélgate el cartel que diga "Abrazos Gratis", y así tiene excusa...(ya me contarás que pasa ;-D)
MV*

María Ruiz dijo...

No pasa nada. Ahí está precisamente el problema, je je. Visto lo visto, lo tengo claro: este fin de semana me cuelgo el cartelito

Anónimo dijo...

En que siempre digo: "Los abrazos son gratis y sientan muy bien"

María Ruiz dijo...

jeje. Pues llevas razón Paco, como casi siempre. Ale, a abrazarse todo el mundo

María Ruiz dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.