jueves, 10 de julio de 2008

La lista de las listas


Tengo el despacho decorado con una enorme lista de cosas pendientes, de esos encargos que debo completar antes de mis ansiadas vacaciones -ánimo, María, ya queda menos-. Tengo una lista de teléfonos de personas que me llaman, me tutean, me despistan, y a los que no conozco de nada.


Tengo listas de casi cualquier cosa. Olvido la de la compra todos los martes y recuerdo haberla dejado encima de la tabla de la plancha cuando estoy cruzando la puerta del Mercadona. He memorizado en el móvil la de los medios locales, para cuando anulo convocatorias media hora antes de la rueda de prensa. Tengo un listón de amigos a los que prometí llamar 'mañana', pero ese mañana nunca llega. Tengo otra, más pequeña, de gente a la que llamo a deshoras porque me calman del insomnio.


He elaborado mi lista de cafés inútiles, de borracheras perdidas, mi listín de buenos momentos y mi recordatorio de sueños pendientes. Al final, la vida se limita a hacer listas en las que marcamos cosas, personas, números, sueños, vacaciones, amigos, enemigos, curro y médicos. Otra cosa es que las miremos, que las sigamos. Tengo una lista de canciones preferidas, películas melancólicas, ciudades por las que he pasado, temas de los que he escrito, momentos felices, tiempos para olvidar, libros que regalar, libros que comprar...


A estas horas, tengo una lista de ejercicios que superar cuando llegue al gimnasio. Antes, tendré que terminar la lista de encargos del jefe 'para ayer', estudiar la lista de llamadas perdidas con la que he acabado la jornada matinal y comprobar si alguna merece la pena. Tengo también una lista de sitios a los que podré ir estas vacaciones, amigos a los que quiero ver antes de que ese descanso llegue, apuestas que he perdido, apuestas que no he cobrado. Y me pregunto, bajo los efectos de un insomnio demasiado largo, ¿en cuantas listas estaré?


Sé que estoy en la de personas de confianza de mi jefe, en la de abrazos de mi madre, en la de 'te echo de menos' de algunos amigos y la de 'dime algo que me anime y recuérdame que esto pasará' de otros y en la de 'nos vamos de cañas' de otro puñado. También me he colado en la de 'te deseo tal maldición' de unos, 'te deseo que seas feliz' de otros, y, en la lista de las listas imposibles de algunos.


Y tengo claras algunas cosas: no me gusta estar en la segunda lista, en la lista de espera, ni en la lista de promesas que nunca se cumplirán. Creo, que tampoco quiero estar en la de esperanzas. Al final, el que espera desespera.

3 comentarios:

El Gato dijo...

Veo que últimamente te ha dado por la añoranza, porque aunque no lo creas, esto de las listas huele a morriña de amigos tanto o más que el anterior post. ¿Hay algo mejor que ese finde con los amigos de siempre? Yo no soy gregario. No me gustan las multitudes. Ni siquiera que me toquen ni invadan mi espacio físico. Excepto mis amigos y amigas.Porque con tu gente, la de toda la vida no hay ni siquiera ese espacio físico que nos imponemos como defensa ante el resto. Lo bueno de las pandillas es que cada uno ocupa el lugar que, con los años y sus propias cualidades, se ha forjado. Con el paso de tiempo la gente se casa (y se queda en casa) o cambia de ciudad, o está cansada y perezosa, y se forman otro tipo de grupos de amigos. Solteros y solteras a los que se une algún Peter Pan arrastrando con ello a su pareja a salir de copas (aunque ésta prefiera a lo mejor estar en casa viendo alguna serie española y por eso se inventa, muchas de las noches que sale por la fuerza, enfermedades ficticias para poder llegar a la cama a eso de las 3, como muy tarde; ¡con lo que nos gusta ver amanecer al resto!). Pues eso. No son los amigos de siempre. Te juntas con gente procedente del trabajo de uno, de la pandilla de otro... y puedes llegar a entablar amistad, pero no es lo mismo. Te cuesta mucho más identificar tu rol en ese nuevo microuniverso. No te has peleado con ellos cuando eras adolescente, no has compartido primeras experiencias como el amor, el sexo, alguna que otra droga o escapadas prohibidas. No has llorado. No sabes cómo se les partió el corazón cuando lo dejaron con aquella chica, o lo mal o lo bien que se sienten cuando han puesto o les han puesto los cuernos sus sucesivas parejas. Estas frente a un paisaje para el que no hay mapa posible. Y mola, porque es gente nueva, es interesante... pero no es lo mismo. Por eso entiendo perfectamente lo que significa para ti esa foto que para el resto sólo es un retrato de chicas guapísimas vestidas para una boda... Para recordarlas no necesitas una lista.
Y sí, no suelo aplicarme nunca mis propios consejos... cuestión de carácter

Anónimo dijo...

si yo fuera listo...sabría qué decir entre tanta lista.
es más, ya tendría listo un comentario acerca de tu lista de las listas (la más lista de todas, of course).
pero veo que el listón está muy alto, así que no diré más, a ver si luego voy a quedar como el listillo de turno...
en fin, maría, que sigo disfrutando mucho con tus entradas.
ah!! gracias por añadirme a la lista de puertas que cruzas en la red!!

María Ruiz dijo...

¿melancólica yo? creo que no tanto como tú, gato, pero siempre me entra un poco de nostalgia veraniega porque los viajes dejan de ser con la pandilla de amigos para buscar planes más intimos con los que esquivar que los amigos se van con sus maridos, sus mujeres o sus amantes.
Lo bueno de los nuevos amigos consiste en que aprendes cosas nuevas, puedes demostrar cosas nuevas. Además, siempre estamos en edad de llorar por cuernos, amores y esas cosas que hacíamos de adolescentes.
Suerte con lo tuyo y olvida los consejos. Hace tiempo oí que hay que ser cauto con los consejos que te dan, tener paciencia con quien te los da, porque dar consejos es una forma nostálgica de sacar el pasado a la basura. Lo dicho, suerte