sábado, 19 de abril de 2008

mirando al mar


"Cada uno tiene su cárcel y yo no voy a ser menos"



Lo dice cada vez que intenta volar y se queda sin alas, cada vez que sueña con llegar a la playa, respirar con tranquilidad y sentirse congestionantemente feliz. Tiene una porción de mar atrapado en sus ojos y tiene que conformarse con eso, con ese trocito de azul.


Se levanta cada mañana convencido de que hoy puede ser ese día en el que, sin saber muy bien por qué, tenga el valor de atar en corto su vida y empezar a tomar decisiones. A empezar, por lo menos. Se levanta cada mañana convencido de que hoy puede ser ese día en el que mande a la mierda a su jefe, agarre la maleta roja que le guiña desde el fondo del armario, se despida de las rejas y haga sus sueños realidad.



Pero nunca es ese día. Suena el teléfono y lo deja para luego. Se sube en el coche, mira el cruce de señales y siempre, siempre, cada día, aparca sus sueños y su cutre polo azul junto a la cafetería. Se sienta para volver a hacer un balance, repasar y reposar los motivos, las obligaciones, los sueños, las deudas, las promesas, los deseos, los instintos, la familia...



Y se toma el café amargo, ultimamente más amargo, sin saber cómo mirar al mar.



Es un buen tío, un chaval simpático con pinta de feliz y una tierna sonrisa que parece tenerlo todo. Es eso, y muchas otras cosas. Sólo cuando uno se acerca mucho a la porción de mar atrapada en sus ojos se da cuenta de la cárcel que le apresa.



"Los barrotes pueden ser de oro y sigue siendo una cárcel. Y puede ser peor, porque hay barrotes que no ves y, precisamente por eso, no sabes cómo acabar con ellos".



Y mañana, cuando amanezca, volverá a subirse en su polo con la ruta de un mapa apuntando una playa, otra vida, un destino diferente, y volverá a aparcarlo junto a la cafetería del café amargo y largo, cada vez más amargo y más largo. Y siempre, con la misma canción de Sabina sonando de fondo, hablándole del mar, de Portugal, de la gente que se ahoga, de los que te decomisan el sudor y las sonrisas.





'Sin alas para volar,
prófugos del instituto y de la cama .
Pájaros de Portugal,
apenas dos minutos, mala fama.
Luego, la Guardia Civil, les decomisó
el sudor y la sonrisa ...
Las postales de Estoril, sin posada,
sin escudos y sin Visa...
Se llamaban Abelardo y Eloísa

Bucearon contra el Everest y se ahogaron.
Nadie les enseñó a merecer el amparo
de la virgen de la soledad
¡qué pequeña es la luz de los faros! '

1 comentario:

pepote dijo...

yo soy feliz,al menos puedo elegir el color de mis barrotes.