
-¿Sabes? Me he dado cuenta de que todo viene porque no sé gestionar mis emociones.
-Mari, las emociones no se gestionan. Se gestiona el dinero... incluso el tiempo. Pero las emociones, los sentimientos... eso no se gestiona.
Ella me llama Mari desde que una noche de fiesta dejó de ser la 'repelente' de la primera fila de clase y yo dejé de ser la andaluza de la última fila. En una de nuestras conversaciones telefónicas, me explicó que no se gestionan las emociones, que es casi lo único que no se gestiona, por mucho que a mi correo del curro lleguen incesantemente cursos de inteligencia emocional y absurdeces similares.
Las cosas, en lo de las emociones, son diferentes. No puedes gestionar que una frase tonta de un jefe te toque las narices un día, porque puede ser la misma gracieta que tú mismo haces cada noche con los amigos. No puedes gestionar que un abrazo te haga comprender que tú también eres falsa y otro te haga querer estar cansada toda la vida. No se puede gestionar una mala cara, un buen despertar o un mensaje a destiempo.
Hay libros, blogs, cursos que te enseñan a manejar la inteligencia emocional, a aumentarla... Hay cursos de gestión del conocimiento, de gestión económica, de gestión de una página web, de gestión del patrimonio público. Se gestiona todo, menos cómo te va a sentar un café.
Y es así, por mucho que nos empeñemos en gestionar, hay cosas que solo pasan.